Thursday, August 29, 2013

Dicker, Joël. La verdad sobre el caso Harry Quebert. Alfaguara, 2013. 660 páginas.

Hacía tiempo que no leía uno de esos  thrillers típicos, de acción, violencia e intriga; y todo el con algunas concesiones al erotismo (en el significado negativo de la palabra).
No me ha gustado. ¿Por qué? Porque literariamente es un engendro. Con un estilo deslavazado, irregular, con charcos en la trama. Y todo esto pretendiendo ser una novela coral, cosa que no consigue: es cuestión de números. En este sentido, tengan en cuenta que los nombres y los apellidos de los personajes son extranjeros; con lo cual resulta más difícil retener en la memoria a tan desordenado ejército.
Las tres secuencias temporales en las que se desarrolla la novela, no pueden considerarse flas back, ya que el autor tiene que recurrir a la división de los tiempos narrativos a los tradicionales capítulos e, incluso, señalar el año y mes en el desarrollo de la novela. Resultado: crea confusión.
Y por si fuera poco, es largo: no llega a las 700 páginas.
¿Entretiene? Pues claro que entretiene. Pero hay que poseer unas buenas tragaderas. Y es que sucede que todo el ambiente de la novela rodea la investigación de una niña de 35 años, asesinada en un poblado llamado Aurora, en el estado de Illinois. Este asesinato cobra actualidad al descubrir los restos  de la niña en el jardín de un famoso escritor que en 1975 llevaba 20 años a la niña.  El novelista no lo recrea como un tipo normal; quizá solitario. Pero un excelente profesor de Literatura en la Universidad de Brauws
Lógicamente la policía despliega toda suerte de medios técnicos y de personal. Por otro lado, un amigo  y alumno suyo está convencido de su inocencia y comienza a trabajar por su cuenta… Hay otras ramificaciones que no cuento. Estamos en el 2008. Han pasado muchas cosas desde 1975.
En definitiva, trabajo de corte tradicional del que emana un verdadero ambiente de erotismo perverso: es el ambiente; algo huele a podrido.

Monday, August 19, 2013

Sanmartin Fenollera, Natalia. El despertar de la señorita Prim. Planeta, 1913, 2ª edición. 345 páginas

No es que se den muchísimos casos, pero cada vez uno se encuentra con escritores de “ópera prima” excelentes. Produce, por una parte, una gran alegría al encontrase con un futuro buen escritor más. Por otro lado, surge el temor de que el autor sea un escritor de una sola novela. Digo eso, porque son frecuentes los casos en que esto ha sucedido; no me refiero solo a que no hayan seguido por ese camino, sino que no han vuelto a la inspiración del principio.
No parece que sea este el caso de Martin Fenollera, porque su novela es una obra literaria con cuajo, dominando la expresión, las descripciones (psicológicas o no), con personajes muy elaborados y creíbles… No estamos ante una  simple escritura plagada de lugares comunes, incluso hasta en los diálogos.
El tema que trata no es nada fácil, pues sus personajes (a veces  histriónicos), representan un papel de cómo se comporta una persona ante la vida, se mujer u hombre. Para lograr decir algo profundo sobre esto, hay que tener una cabeza clara, experiencia y una capacidad de “tallar” personajes, que yo creía que era fruto de la veteranía. Pero la escritora me ha demostrado que no, con su primera novela,  que ésta siendo el umbral de futuros éxitos. Es una mujer muy joven.
El tema es sugerente y quizá un poco fuera de los cánones habituales. En una pequeña aldea de Inglaterra viven una serie de personas aparentemente normales. Pero tampoco se les puede llamar así, de un modo peyorativo. Son gentes que, frustrados en su vida anterior, normalmente brillante, se han retirado de su mundo, para hacer lo que les viene en gana  (dicho sea con toda educación). Y así tenemos a un catedrático que dirige una escuela con siete niños, una prestigiosa mujer del mundo de la moda, que se dedica a la cocina, etcétera. En medio de este peculiar ambiente, aparece en escena una mujer joven que aspira al puesto de bibliotecaria, habiendo sido antes una laureada mujer dedicada a la industria y a diversos quehaceres: posee una cabeza prodigiosa, algo que no gusta en la aldea; en ella se aprecia más a la gente más corriente en su manera de ser, aunque hayan ocupado puestos de más altura en la sociedad. No debo seguir; sólo decirle que se encuentran ante un muy buena obra literaria, en la que se defiende, no las grandes ocupaciones, cargos o categoría social, sino cuidar las cosas pequeñas, que ofrecen a las personas una capacidad de reiterar y sopesar sus acciones ante la vida, cuidando de su pequeño mundo que no es individual, sino que, unido al de los demás organiza una sociedad cuajada de perfección.
Este el mensaje de  mensaje de Natalia Sanmartin  está muy bella y razonadamente escrito.
Para público con personas a su cargo. La primera: la familia. Después educadores en general, entre los que incluyo a los expertos en Recursos Humanos; una buena comunicación, un óptimo liderazgo se encuentra no en los cargos, sino dentro de las personas, que viven el día a día cargado de cosas pequeñas, alas que si no se les da cabida, acabarán por destruir empleos, familias y cualquier organización que se les ponga por delante.

Friday, June 28, 2013

Kelly, Jacqueline. La evolución de Calpurnia Tate. Roca Editorial, 2010. 268 páginas

En uno de los innumerables pueblos rancheros de Texas, donde la vida transcurre apaciblemente y todo gira alrededor del ganado y los campos con sus cosechas, vive Calpurnia Tate, la única mujer entre seis hermanos varones, a principios del siglo XX. No le resulta a la joven de trece años, fácil crecer en un ambiente tan hombruno, aunque se defiende a capa y espada de los ataques de sus hermanos, de los que suele salir vencedora. Y si no, se va al laboratorio de su abuelo, un excéntrico y ya mayor investigador científico: notable biólogo en su juventud, conocedor profundo del reino animal, vegetal y mineral. Le doy este pequeño homenaje, porque toda la familia, menos Calpurnia, le tiene por un ser excéntrico, que pasa todo el día en el cobertizo de la casa o en el campo. Al cobertizo le da el pomposo nombre de laboratorio. El caso es que a Calpurnia le gusta el trabajo de su abuelo y comienza a trabajar con él.
Además sus padres, buenos educadores, están al quite para amonestar a  sus hermanos (unos muchachos muy majos) y también para evitar que Calpurnia se convierta en una fierecilla y acuda a la escuela en vez de al laboratorio del abuelo. 
Hasta aquí el argumento apenas insinuado. Que el lector o la lectora descubran y disfruten con el resto de la trama.
Curiosamente, siendo la primera novela de Jacqueline Kelly, que anteriormente había ejercido la medicina y la abogacía, ha obtenido un rotundo éxito, confirmado por la crítica de muchos países y de muy diferentes culturas. No es normal que la ópera prima de un escritor triunfe con tanta rotundidad. De todas formas hay casos y merecidos aplausos, que no son fruto de una orquestada publicidad sinuosa.
Opino que esta obra ha sido tan bien acogida, primero por el tema: una atractiva pintura de las costumbres de las personas y la cultura social del lejano Oeste, desde una cómoda casa hogareña, pero que en ella no hay quién pare, con las aventuras  (a veces románticas) y travesuras de los hijos y las distintas actitudes de los padres y el abuelo, así como las visitas que acuden al atractivo hogar de los Tate a tomar el té.
Lo anunciado en el párrafo anterior, parece premiar al estudio de los personajes, sus perfiles, tanto personal, como colectivamente. Y adjudicar a Kelly su pericia en eso. Bien es cierto que los aciertos que hemos mencionado hasta ahora, serían suficientes para que fuese una gran novela. Pero hay un segundo motivo más: la pulcritud, llena de luminosidad (luminosidad no metafórica), sino la que hay en un día de sol, por ejemplo, y según qué partes de la tierra… No es fácil trabajar la luz: que hablen los pintores. Sin embargo se podría adjudicar a nuestra escritora, que ella describe la luz. Es algo impresionante, según mi modo de ver, claro.
Lo leerán con gusto chicos y chicas desde los 9 a 13 años. Si se sabe “vender el artículo” un adolescente pasará un buen rato leyendo buena literatura. Y, sobre todo, un adulto disfrutará porque se verá retratado en muchas conductas. Y además, es gracioso.
 

 

Monday, June 24, 2013

Hardy, Thomas. Los habitantes del bosque. Editorial Impedimenta, 2012. 452 páginas.

Hardy, Thomas. Los habitantes del bosque. Editorial Impedimenta, 2012. 452 páginas.
Thomas Hardy es uno de los principales escritores ingleses de la segunda mitad del siglo XIX, donde se produce una gran deflagración literaria, en las que múltiples escritores salen a escena y saltan a la fama. La obra narrativa de Hardy se produce en la década de los ochenta. Con la llegada del siglo XX. El escritor se dedica casi enteramente a la poesía; y morirá en enero de 1928 (el mismo mes en que publicó su último poemario); tenía la friolera de 88 años, cosa extremadamente llamativa para esa época, en que la medicina no había experimentado el espectacular salto hacia los descubrimientos sanitarios que, hasta la fecha eran de muerte.
Parte del trabajo narrativo de Hardy se desarrolla en la campiña inglesa, retratando a la nobleza rural y a los atareados campesinos. Hombres de honor ya los había, pues comenzó a originarse una burguesía rural, con  dinero y con estilo de caballeros y damas.
Los habitantes del bosque es una novela dura, por no decir agria. La trama de los cruces amorosos, con engaños y egoísmos, permite al escritor desarrollar sus ideas en un ambiente y un paraje idílico propio de Cornualles. Pero no. Hardy es un buen anglicano, pero está convencido de que el destino es algo inexorable: contra lo que no conviene luchar, sino dejarse llevar. Él reconoció su influencia de Shopenauer, “su sentimiento trágico de la vida”, como manifestaba Miguel de Unamuno. Aunque en este país hemos  tenido al discípulo más convencido y práctico: Pío Baroja.  
El párrafo precedente pretende alertar al lector, que podría sucumbir ante una novela que considerase gótica, por ejemplo. Nada más lejos de la realidad. Los habitantes del Bosque es, artísticamente bella. Y a la vez profunda con un sentido pedagógico portentoso. Estamos ante un trabajo donde se describe la luminosidad de los campos como Wesses, o consigue que el lector trabe un conocimiento profundo de la forma de ser, sus gustos y aficiones… de sus personajes.
Por hacer una oferta, me atrevo a hacer la afirmación de que hay, por lo menos, dos novelas que superan a la que es objeto de comentario. Me refiero a “El Alcalde Casterbrige y Lejos del Mundanal Ruido.
Opino que es una novela para todos. En estos momentos, dudo a quién podría recomendarse más. Adultos y jóvenes… Pero ya estamos con lo de siempre: ¿a quién les gustará más? Al público masculino o femenino. Contestaré con un dato. Desde el siglo XVII comienzan a aparecer obras escritas por mujeres, hasta llegar (estamos en Inglaterra, no lo olvidemos). Y ya en el siglo XIX la profusión de novelas de alta calidad literaria es rotunda. Aquí no hay que dejar solas a las mujeres. Un buen puñado de varones de una calidad literaria sin fisuras. Esto es una opinión.
 
Juan Carlos Eizaguirre
          24.6.13

Wednesday, June 19, 2013

Roth, Joseph. Los cien días. Editorial Pasos Perdidos, 2012. 250 páginas.

Joseph Roth (1894 – 1939) Fue un testigo excepcional de la sociedad de su tiempo, de su convulsa efervescencia, tanto en la Europa que le vio nacer y la no menos convulsa época anterior, es decir el imperio napoleónico. Hay que tener en cuenta que no fueron tantos años los que transcurrieron desde la muerte del emperador y la niñez de Roth, máxime conociendo que en aquellos años finales del XIX, los medios de difusión estaban todavía bajo la comunicación oral en esas noches de tertulias junto al fuego del hogar, las reuniones en los casino cafeterías, donde los mayores narraban sus recuerdos y otros sucesos de épocas anteriores,  pero todavía sin cicatrizar.
Joseph Roth (al que no hay que confundir con otro Joseph Roth norteamericano  contemporáneo nuestro, y también judío) siempre fue un amigo de las virtudes democráticas. Quizá fuera una visión con matices subjetivos, porque en este sistema político hay socavones; como en otros.  De todas formas fue el gran novelista del imperio austrohúngaro. Años después escribió Los cien días; la definitiva caída del imperio napoleónico; suceso anterior (1814) al imperio de Centroeuropa.
Los cien días es una joya literaria, donde el autor vierte todo su buen hacer de escritor, para retratar al Corso en su estertor final, desde el abandono de la isla de Elba hasta su reclusión en la isla de Santa Elena. Casi cien días.
A pesar de sus excelentes dotes literarias, en la que describe magistralmente la situación de Paris, el resto del imperio, sus colaboradores y, sobre todo, el firme retrato de Napoleón, estamos ante un emperador destruido que trata  de reverberar antiguos dorados laureles. Si me permiten la expresión, nuestro personaje no debía “caer” muy bien a Joseph Roth, aunque trata ser objetivo, no cabe duda.  El perfil psíquico y físico de Bonaparte, en efecto, da para escribir varios libros. Era, como todos los genios, un extraño y un ídolo para los que le trataban cercanamente. De todas formas hay que recordar que las batallas originadas por este personaje supusieron la muerte de más de cinco millones; de ellos uno y medio franceses.
Todo concluyó con Waterloo. Su última derrota en la última batalla. Sabiendo que todo se había desmoronado, supo conservar una especie de alo de dignidad, ridículo para sus oponentes.
Y sin embargo, quería a sus soldados, a su tropa. Resulta literariamente magnífica la recreación que el escritor de la visita a caballo por los campos de batalla, concluida ésta.
Opino que resulta más verosímil y escalofriante que la descripción de los solados en pleno conflicto.
Estamos ante un trabajo solvente, escrito alrededor del año 1936 e inédito en nuestro país.
Para especialistas y amantes de la novela histórica.
 Juan Carlos Eizaguirre
         18.6.13